Hipatia en el ágora y en el candelero

miércoles, 18 de noviembre de 2009

¡Hola, chic@s!
Esta entrada al blog está dedicada a los almn@s de bachillerato, aunque podéis participar todos los que estéis interesados en el tema. El otro día fui a ver la última película de Amenábar, "Ágora", y me gustaría comentar algunas cosas, más que nada por generar un debate con vuestros comentarios.


En primer lugar, el filme está técnicamente bien hecho, con un presupuesto millonario y unas localizaciones de exteriores estupendas (está rodada en Malta). Los actores trabajan bien, especialmente la protagonista, Rachel Weisz, aunque se echan de menos actores españoles.
La historia se centra en la vida de una mujer extraordinaria, Hipatia, hija del director de la biblioteca de Alejandría, en Egipto, en el delta del Nilo. Su padre, Teón, era un gran sabio, y además de enseñar a su hija en los conocimientos de astronomía, matemáticas o filosofía, le dio una libertad para ejercer su vocación casi imposible para su tiempo, los siglos IV y V de nuestra era. Por aquel entonces, el Imperio Romano se había dividido entre oriente y occidente bajo el imperio de Teodosio, intentando evitar el colapso definitivo y su desaparición. Teodosio promulgó durante su mandato un edicto contra los cultos paganos, y una ola de represión por parte de la Iglesia se extendió por todo el imperio. Alejandría, y en general, toda la parte oriental de los territorios de Roma, se desarrollaban sin muchos problemas, en un ambiente más abierto y relajado moral y religiosamente que Occidente.
Sin embargo, el obispo de la ciudad, Teófilo, entabló una lucha contra los demás credos, consiguiendo permiso del emperador Teodosio en 391 para convertir o demoler los templos paganos. Como consecuencia, fueron asaltados el Mitreo y el Serapeo, donde se guardaban los legajos y textos herederos de la biblioteca de Alejandría. Esto provocó una oleada de enfrentamientos entre paganos y cristianos. Cirilo, sobrino de Teófilo, es nombrado patriarca de la Iglesia de Alejandría a la muerte de este, y continúa la política de su tío para hacerse con el control religioso y político de la ciudad. Para ello, se enfrenta al prefecto de la ciudad, Orestes, a la sazón, buen amigo, discípulo y pretendiente de Hipatia, quien además ejerce de consejera suya.Cirilo maniobra para eliminar los apoyos de Orestes entre la población, trae del desierto de Nitria a 500 monjes como brazo armado y provoca una oleada de violencia contra los judíos para restar apoyos al prefecto. Usando y manipulando sabiamente el nacionalismo egipcio (frente a lo griego) y el descontento social de las masas de esclavos y no ciudadanos de la ciudad, pone al prefecto contra las cuerdas, hasta el punto de ser herido por uno de sus monjes- Ammonio-, ajusticiado y declarado mártir por Cirilo. Es en ese contexto en el que entra Hipatia en la lucha de poder entre los dos personajes. Cirilo ve la oportunidad de eliminar una fuerte influencia sobre Orestes y un contrapoder de los paganos en la ciudad. Finalmente, una turba asalta el carruaje de Hipatia en la calle, la meten en una iglesia y la asesinan, descuartizan y exhiben sus restos por la ciudad para terminar quemándolos, actos que no por lo salvajes dejaban de ser un tanto comunes en la convulsa ciudad.
Lo que a mí me interesa más -como profesor de sociales- es el proceso por el cual, un grupo bien organizado, incluso siendo minoritario, es capaz de asaltar el poder desde muy distintos ámbitos para tomarlo y dominar una determinada sociedad. En ello creo que la película de Amenábar acierta de pleno, más allá de las posibles inexactitudes de la biografía de la científica o la sabiduría quizá exagerada que se le atribuye.
En mi opinión, lo más logrado es ver cómo se prepara ideológicamente a una pequeña pero fanática fuerza de choque para ejecutar los actos más burdos y violentos, cómo se va eliminando poco a poco cada uno de los apoyos del rival para aislarlo, o cómo se envuelve todo en un discurso hipócritamente conciliador hacia los poderosos rivales o visceral y violento para arengar a los partidarios o a las masas. Por último, estas masas quizá indecisas, sólo necesitan dos pequeños empujoncitos o alicientes para tomar partido y entrar de lleno en la vorágine de la historia: una situación de crisis económica o injusticia social manifiesta y  la perspectiva de un beneficio inmediato -el saqueo o requisa de los bienes del otro, del oponente-.

Lo más aterrador de todo esto es que si escogéis el último párrafo y lo sacáis de contexto, lo mismo podríamos estar hablando de Alejandría en el siglo V con su patriarca Cirilo, como de los soviets de Moscú o Petrogrado en 1917 (Revolución Rusa) dirigidos por Lenin y Trotsky, o del partido nacionalsocialista alemán de los años veinte y principios de la década de los treinta con Hitler y su camarilla.
Contra todo ello, sólo nos queda reivindicar lo que representaba Hipatia: el pensamiento libre que le lleva a decir al obispo Sinesio: "tú no puedes dudar de aquello en lo que crees, yo debo".