viernes, 12 de junio de 2020



Un año académico para tirar y una clase excepcional

A mediados de marzo Madrid sufrió una tormenta perfecta de sufrimiento y muerte como no se recordaba desde la Guerra Civil. La hecatombe de vidas y el miedo de la población recluida en sus casas nos daba la medida de nuestra fragilidad como especie y como sociedad organizada.
     En la educación, la epidemia vació las aulas y cambió de un día para otro el modelo educativo, haciendo de lo digital la única opción para enseñar. La desaparición de la docencia presencial, del contacto entre los docentes y alumnos, de la capacidad de transmisión del conocimiento sin la intermediación de la tecnología, devaluó la calidad de la enseñanza a unos niveles desconocidos para mí.
     Lo sufrí especialmente en los cursos altos, en Bachillerato, donde imparto Historia de España e Historia del Mundo Contemporáneo en el IES Francisco Giner de los Ríos, de Alcobendas. Esta última es una asignatura especial, porque entra dentro de mi especialidad, pero también porque no tiene la brutal presión que las pruebas de acceso a la universidad ejercen sobre los estudiantes del último curso del bachillerato. Y porque me permite abrir una ventana al mundo de hoy a mis estudiantes. No poder indagar, descubrir, bucear en ese mundo complejo y bullicioso de la segunda mitad del siglo XX, tan rico en movimientos sociales, tan poliédrico y polarizado, tan cercano a mi propia memoria y, quizá por ello, tan fácil de transmitir para mí a mis chicos y chicas, que por otro lado ya tienen capacidad para entender la compleja multicausalidad que nos ofrece siempre el estudio de la Historia, todo eso ha supuesto una frustración añadida a este tiempo de confinamiento y de dolor en lo personal.
     Pero si a todo ese rastro de desdichas añadimos el hecho de que, por primera vez en muchos años, mi clase de primero de bachillerato de ciencias sociales estaba llena de estudiantes que querían saber, conocer, despuntar y conseguir sus notas, capaces de debatir con interés y pasión, de crear recursos nuevos para ampliar el conocimiento de temas concretos, de ser, en suma, auténticos estudiantes de ciencias sociales, se comprenderá mejor la frustración que siento al no haber estado con ellos en esta fase final del curso, allí donde la Historia cobra vida para mí y además de los documentos, la memoria propia me ayuda a reflejar con pasión aquel tiempo de la Guerra Fría y la descolonización, del movimiento hippy y de la música rock, del temor a una guerra nuclear y la esperanza tras la caída del Muro de Berlín y el rosario de dictaduras del sur de Europa y Latinoamérica...
     Todo eso me he perdido con unos alumnos y alumnas irrepetibles que se han ganado merecidamente el aprobado general en junio y a los que desde aquí quiero agradecer el haberme renovado las ganas de seguir a pie de aula, aportando mi granito de arena cada curso para que la Historia siga haciéndonos más críticos, más libres, más cultos. Gracias, 1º D.

Resurrección

sábado, 2 de mayo de 2020


RESURRECCIÓN


Queridos amigos y amigas:
siete años después de abandonar esta herramienta de comunicación, este altavoz que me permite lanzar al espacio virtual mis inquietudes, mis pensamientos, realizaciones o deseos, he decidido aprovechar este momento histórico que vivimos para relanzar mi querido blog. 
     Hay un título literario que define estos tiempos como si de una sentencia se tratara, "El amor en los tiempos del cólera". Gabriel García Márquez hizo un decálogo perfecto y exhaustivo de todos los tipos de amor que se pueden dar entre un hombre y una mujer, al tiempo que relataba toda una biografía de unos personajes que a las pocas páginas uno cree conocer desde siempre: Fermina Daza y Florentino Ariza.
      Hoy vivimos unos nuevos tiempos del cólera, los de este virus pegajoso e invisible que nos ha destruido vidas, proyectos, memoria, esperanzas..., que ha pasado por todas las casas dejando caprichoso sus estragos, su dolor, su tragedia. Solo el amor nos salva de esta hecatombe cotidiana, de este rastro de muertos y enfermos que nos sepultan cada día. Nunca he llorado más, pero nunca he tenido tampoco tanto tiempo para amar. En esta balsa de náufragos en que se han convertido nuestras casas, solo el amor nos salva, solo él nos devuelve cada día la esperanza.
     Bienvenidos a la segunda vida de este blog, la versión moderna de un mensaje en una botella, tirada al mar con esperanza.

                                                                                               Paco Jerez, Madrid, 2 de mayo de 2020.